martes, septiembre 9, 2025
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Instalación de sesiones en el Congreso se centró en pullas y discusiones

En su último discurso como presidente del Senado, Efraín Cepeda, en la instalación de las sesiones, formuló duras críticas al presidente Gustavo Petro, quien estuvo presente, porque según él quiso restar importancia al Congreso.

“Tuvimos que levantar la voz, sin estridencia pero con firmeza, para recordar a la nación que el Congreso no es una institución decorativa. Es uno de los tres pilares que sostienen la arquitectura republicana. Es el lugar donde todas las voces tienen derecho a existir. Es el escenario de la pluralidad convertida en ley, y no la antesala del pensamiento único”, dijo.

Declaró que “este año legislativo, más que ningún otro, nos enfrentó al desafío de proteger esa libertad de pensamiento. Tuvimos que defender la autonomía del Congreso frente a una cultura política que, a veces, confunde el disenso con la traición, el control con la obstrucción, y la crítica con el odio. Debatir no es un acto hostil. Cuestionar no es sabotear. Oponerse no es destruir. La política democrática no es la imposición de una voluntad, sino la construcción de acuerdos entre voluntades diversas. Cuando el poder no entiende esto, cae en la tentación de anular al contradictor. Y cuando eso ocurre, ya no estamos ante un gobierno democrático, sino ante una voluntad absolutista”.

A lo largo de estos meses, hemos visto cómo se intenta transformar la discrepancia en delito, la autonomía en insubordinación, la independencia en enemistad. Hemos sido testigos de la descalificación sistemática de todo aquel que piensa distinto: se agrede y se insulta. Ya no se discuten ideas, se estigmatizan personas. Ese clima de polarización no es nuevo, pero se ha agudizado. Ese mesianismo político —que lo hemos visto en distintas épocas, bajo diferentes ideologías— siempre termina debilitando la democracia”.

Insistió en que “quiero ser claro: ningún poder democrático puede pretender convertirse en conciencia moral única, en tribunal de la verdad, en intérprete exclusivo de los intereses populares. Los pueblos son diversos, plurales, contradictorios. El Congreso, con todas sus imperfecciones, es el reflejo más fiel de esa complejidad social. También esta legislatura nos recordó que el respeto entre poderes no es cortesía institucional, sino base de la convivencia republicana. Hemos escuchado discursos que, en lugar de proponer, agravian. Que no buscan persuadir, sino destruir. Que no pretenden ganar el debate, sino silenciar al adversario”.

Recordó además que “Hemos sido objeto de señalamientos infundados. Se ha insinuado que el Congreso obstruye por egoísmo, que actúa por cálculos políticos, que no representa al pueblo. Y sin embargo, el Congreso sigue aquí, sesionando, tramitando, deliberando, votando. No por inercia, sino por convicción. Porque entendemos que nuestra legitimidad no depende de la aprobación del Ejecutivo, ni de la simpatía popular de turno, sino del mandato constitucional que nos otorgó el pueblo. Porque la democracia no es el gobierno de una parte del pueblo contra otra, sino el gobierno de todos con respeto a todos. Esa es la raíz del principio republicano”.

Planteo además que “hoy quiero pedirle a los ciudadanos que no se dejen seducir por el discurso del desprecio. Despreciar al Congreso, despreciar a los jueces, despreciar a los periodistas, despreciar a los opositores, despreciar a las instituciones: ese es el camino seguro hacia la autocracia. La democracia no se impone: se construye. Y se construye con paciencia, con debate, con pluralidad, con la aceptación de los límites. No hay democracia sin frustraciones. Pero tampoco hay libertad sin límites. La justicia debe poder emitir sus fallos sin ser objeto de insultos ni presiones. Debe actuar con la serenidad del jurista y con la prudencia del sabio. Los jueces no están para complacer a nadie, sino para aplicar la ley incluso cuando incomoda”.

Incluso hizo referencia a la función de los medios de comunicación “la prensa, cumple una función vital. Porque investigar, denunciar, cuestionar el poder no es conspirar contra la patria. Es ejercer un derecho que preserva a la patria de caer en manos de quienes no toleran el escrutinio. Una democracia sana necesita diversidad de voces, pluralidad de miradas, tolerancia con lo diferente. No existe nada más peligroso para una república que la imposición de una sola narrativa, con el monopolio del lenguaje, del relato, de la verdad. Porque allí donde todos piensan igual, nadie está pensando realmente”.

Cepeda cerró su discurso diciendo que “quiero dejar con absoluta claridad nuestro respaldo a la posición firme y responsable de la Corte Suprema de Justicia frente al proyecto de ley que busca otorgar beneficios penales a cabecillas de bandas criminales bajo el discurso de la “paz total”.

Confundir paz con impunidad no solo es un error: es una amenaza directa al Estado de Derecho. La impunidad estimula al delincuente, desprotege al ciudadano de bien y debilita la confianza en la justicia. La gente clama por seguridad, no por indulgencia con quienes han sembrado el miedo. La Corte ha sido clara: sin verdad, sin reparación y sin garantías efectivas de no repetición y sin escuchar a las víctimas no hay paz posible. Solo impunidad disfrazada de acuerdo”.
COLPRENSA
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